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viernes, 2 de julio de 2010

Entonces sonríe y asiente serena con la cabeza. Recorren parte del trayecto cogidos de la mano, lejos ya de cualquier riña, broma estúpida o tomadura de pelo. Como si hubieran entrado en una nueva dimensión. Cómplices.Niki mira hacia abajo, hacia su pierna. Su mano estrecha la de Guido durante largo tiempo, inmóvil, casi en señal de rendición. Cómplices. Y no se siente culpable. En el fondo, ¿qué he hecho?, se pregunta. Y, sin embargo, sabe de sobra que está respirando un aire nuevo, que está exhalando un suspiro prolongado, profundo y pleno. Cómplices. Jamás habría imaginado que podría estar así con otro. Otro. Otro. Casi tiene ganas de gritar esa palabra, hasta ese punto le parece extraña, absurda, ajena e imposible. Mira de nuevo su mano, está allí, sobre la suya, se apoya en su espalda y se deja llevar completamente rendida por las calles de esa extraña noche.Silencio. Ni siquiera se oye ya el ruido del tráfico. Silencio. Da la impresión de que la cuidad se ha quedado con la boca abierta. Y una lágrima rebelde le recorre la cara. Sí, es así. Soy cómplice…

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