Seguidores

sábado, 20 de marzo de 2010


...Aprendí algo que hubiera sido evidente incluso para un niño. Que la vida es sencillamente una colección de pequeñas vidas y que cada una de ellas dura un día. Que debíamos dedicar cada día a buscar belleza en las flores y en la poesía. Que no hay nada como una jornada empleada en soñar, en disfrutar de la puesta de sol o de la brisa fresca.
Pero, sobre todo, aprendí que para mi vivir es sentarme en un banco junto a un viejo río, con la mano en su rodilla, y a veces, en los días buenos, enamorarme...

No hay comentarios:

Publicar un comentario